6/7/10

El Petrechema

Nos fuimos este fin de semana al Petrechema, no importa que altitud, en un recóndito sitio del  Pirineo navarro, no recuerdo nunca exactamente donde están, diríamos que soy una de esas personas que pasan por la vida enterándose de la mitad, intento no almacenar datos porque así me queda más sitio para las emociones.

Pues bien, hacía tiempo que no tenía un abandono de la rutina...un contacto con mi propia voluntad, esa que cuando la llamas acude para medir tus fuerzas, en esta ocasión era lo que nos habíamos planteado, fué un viaje de compenetración familiar y nada mejor que sentir ese apoyo mutuo en la naturaleza más salvaje, lo que hace que afloren sentimientos, recuerdos, cambios de actitud, silencios provechosos, y escenas de la naturaleza que nos invaden de paz...

Ver a una familia de rebecos que seguramente habían bajado a beber agua y correteaban juntos, papá rebeco seguido de sus dos crías y mamá rebeca en armonía, pienso como es posible que a alguien le guste darles caza.

Las praderas verdes me recuerdan a mi boxer cuando nos acompañaba por ellas y siento como somos uno más y muy pequeños, por cierto, en este planeta.


La subida siempre es sorprendente, aunque la llegada a la cumbre es exageradamente bella. Recorres un camino de subida que si te das la vuelta cambia en sus dimensiones y otro paisaje se presenta.



La llegada a la cumbre se hace en solitario aunque vayas acompañada, cada uno de nosotros va inmerso en sus pensamientos, concentrado en sus sensaciones y la llegada es dura, parece que ya estás tocando techo pero siempre un nuevo tramo alarga la llegada.


Qué te parece esta vista? A nuestra izquierda queda el pico de los Tres Reyes, nuestra cumbre es más modesta pero bella por su izquierda.



Qué me dices del valle de la derecha? Estamos rodeados de maravilla natural y yo tan pequeña y a la vez tan grande, tan orgullosa de lo que me acabo de regalar.



Este es el mojón que corona la cumbre del Petrechema, como diría nuestro GPS "ha llegado a su destino"



Parte de la familia de Aitana Multimedia en la cumbre. 
La montaña te recuerda que debemos permanecer unidos, por nuestra propia supervivencia, agua para la sed, tiritas para las llagas, auxilio en caso de algún peligro imprevisto. Esta vez la tele no ha acertado con su previsión y no tenemos tormenta como avisaban, sólo por la tarde, el resto un día precioso de sol y aire fresco. 

Al bajar nos encontramos con una pareja que nos piden algo de agua, unos imprudentes a los que pudimos ayudar dándoles una botella de bebida isotónica. El agua es más que imprescindible en una ascensión.

Ya estábamos aquí pero ahora teníamos que bajar al refugio, si dura es la subida más lo es la bajada, y todavía más con las botas flojas, las uñas tropiezan con la bota en cada paso y si las atamos demasiado sufrimos tendinitis.

Llegamos al refugio por la misma senda que nos había llevado hasta allí pero lo vivimos de distinta manera.

Nos duchamos y decidimos dar una vuelta por Isaba, pero no nos sentimos cómodos en este lugar, nos sentimos extranjeros en tierra extraña, así que decidimos ir a Ansó, esto es otra cosa... Nos tomamos unas cervezas con queso del roncal, y recuperamos fuerzas.

Os dejo esta bonita estampa de una de sus calles.


Y volvemos a Valencia, esta deshumanizada ciudad.